Porque nos sobran los motivos. Huelga 14-N


Creo que pocas veces he leído una novela de tan rabiosa actualidad. Se trata de La jungla, de Upton Sinclair, escrita por entregas en 1905. Os dejo un pequeño fragmento. En él Jurgis, un inmigrante europeo, visita la fábrica en la que trabajará poco después.

No se podía contemplar largo tiempo esta escena sin sentirse inclinado a filosofar, sin empezar a encontrar símbolos y semejanzas, sin oír el alarido universal de toda especie porcina. ¿Era posible creer que en ninguna parte de la tierra, o más allá de ella, no haya un paraíso donde los puercos vean recompensados sus sufrimientos? Cada uno de estos pobres animales era una criatura completa. Los había blancos, negros, pardos y manchados; unos eran viejos, otros jóvenes; algunos se ofrecían a la vista grandes y colgados, otros monstruosos. Y todos y cada uno tenían una individualidad, una voluntad y esperanzas y deseos; cada uno de ellos estaba en la plenitud de la confianza en sí mismo, de su importancia y de su dignidad. Confiados y tranquilos seguían su camino e iban cumpliendo su misión, en tanto que una sombra negra los amenazaba y un destino horrible les aguardaba al paso. De repente, aquella sombra se lanzaba sobre ellos y los amarraba por una pata. Inexorable, implacable, sorda a sus alaridos y protestas, ejercía sobre ellos su cruel voluntad, como si los deseos, los sentimientos de aquellos seres, no existiesen en absoluto: los degollaba y contemplaba inalterable cómo se escapaba de ellos la vida a bocanadas. Ahora bien ¿habría alguien que no creyese en la existencia de algún dios de los cerdos para quien la personalidad de estos animales sea preciosa y para quien sus gritos de agonía tengan alguna significación; un dios que tomara a este ser sensible en sus brazos, le consolara y le recompensara por su misión bien cumplida y le mostrara el significado de su sacrificio? Había un significado en todo aquello: ¡si el pobre cerdo se hubiera dado cuenta de esto! De ser así, no hubiera muerto entre gritos, sino feliz. ¡Si se hubiera percatado de que iba a figurar en la cuenta corriente de un gran capitoste de la industria, que iba a colaborar en la fundación de una universidad, financiar varias bibliotecas, en cuanto el capitoste pasara a la otra vida! Lo peor de la comercialización del mundo es esa crueldad que permite que sus víctimas caminen entre tinieblas: el hecho de que mujeres delicadas y sus pequeños, entre quejas, se dejen el lomo en las fábricas, en las minas, en tiendas sin horario de cierre, se mueran de hambre y contraigan enfermedades terribles sin darse cuenta y sin que les consuele la idea de que están contribuyendo al bienestar de la sociedad y al poder de un gran y eminente filántropo. A caso nuestro Jurgis en su humilde espíritu tuvo algún vago vislumbre de todo esto cuando, al volverse para marchar de allí con el resto de sus amigos exclamó:

Diewes! ¡Cuánto me alegro de no ser un cerdo!

Los cadáveres de estos eran extraídos del tanque de agua hirviendo por medio de una máquina, y de allí descendían a otro piso pasando por un complicado mecanismo provisto de numerosos rascadores que, adaptándose al tamaño y forma del animal lo despachaban a otro departamento con la piel completamente limpia de cerdas.

Porque la lucha del trabajador no puede ser individual.

Porque la justicia ha de ser justa.

Por una sanidad y educación universales.

Por una sociedad mejor.

2 pensamientos en “Porque nos sobran los motivos. Huelga 14-N

  1. Unos los animales del matadero y otros las máquinas de despiece: el poder ejecutivo, legislativo y judicial es esa máquina tan bien engrasada que amolda su tamaño a cada víctima. Excepcional metáfora.

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